sábado, 28 de febrero de 2015

CULTURA EN VERDE Y BLANCO


Esta mañana, una querida amiga catalana me felicitaba por nuestro día con la imagen de un mapa de los escritores andaluces (faltaban, como es evidente, muchísimos, que no habría mapa para tantos, pero como testimonio simbólico está muy bien) y otra no menos querida madrileña me enviaba una de esas composiciones en las que aparecen representadas algunas de las más relevantes personalidades de nuestra historia con la frase: "Y todavía hay gente que dice que los andaluces somos incultos y analfabetos por nuestra forma de hablar". A ambas, con las que a veces he hablado y debatido sobre nacionalismos e identidades, les agradezco desde aquí el detalle. Ellas saben que yo me siento andaluza por los cuatro costados, que me duele en el alma mi tierra y que la llevo como bandera, pero que precisamente por eso, mi sentimiento es universal y mi espíritu nómada no me deja anclada en exclusivismos que a ninguna parte conducen, haciendo que pueda sentirme de cualquier lugar al que me lleven mis pies.

En una de esas ocasiones en las que tratábamos estos asuntos, el debate se planteó sobre si podíamos considerar que Séneca, Maimónides o Columela eran andaluces. Que son cordobeses y gaditano respectivamente es indiscutible, pero ¿andaluces? ¿Se podía hablar de Andalucía en la Antigüedad o la Edad Media? Ardua cuestión en la que los estudiosos no se ponen de acuerdo, pero que en el fondo, sea cual sea la respuesta, creo que su importancia no radica en el hecho del cuándo, sino en el del cómo. ¿Cómo se ha formado nuestra identidad? ¿Cuál es el pozo del que bebemos? Y ahí es evidente que desde Tartessos a nuestros días lo que hoy somos se ha ido forjando gracias a que la tierra del Sur de la Península Ibérica ha sido encrucijada de culturas, escenario de la vida de pueblos muy distintos y matria acogedora de todos aquellos que aquí han querido plantar sus reales. Andalucía nació como una realidad muy diversa y rica, con gentes de una relevante sabiduría natural, pues con tales antecedentes no podría ser de otro modo, y espíritu universal como su más destacada seña de identidad, ya que como afirmaba Blas Infante: "No puede existir una Andalucía libre si no es basada en la justicia social y en la solidaridad con el resto de los pueblos".

Una Andalucía libre. Sí, libre. Libre de los ancestrales problemas que hace siglos nos cayeron como una pesada losa y que todavía no hemos podido sacudirnos, esos que nos acucian y que no nos permiten desarrollarnos como lo que verdaderamente somos: un pueblo rico y sabio, hospitalario y acogedor, soberano y universal, en vez de alienado y despojado. 

Miremos ese mapa de escritores y escritoras, y también la composición fotográfica de las grandes personalidades andaluzas que hoy me han regalado, pero sobre todo miremos a los hombres y mujeres de nuestra tierra, a nuestras personas mayores que todo nos lo han dado, a nuestras criaturas que estos días vuelven de la escuela entonando nuestro himno, a nuestros jóvenes que tantas veces se ven obligados a dejar sus pueblos y ciudades, a esas personas que todos los días se levantan empeñados en un futuro mejor, mirémoslos y creámoslo: somos un pueblo grande, un pueblo con muchas posibilidades, un pueblo culto, que no va a doblegar la cabeza, un pueblo que va a trabajar y luchar por lo que le corresponde y va a exigir esa justicia social de la que hablaba el Ideario Andaluz sin la cual no podremos ser esas gentes de luz dadoras de humanidad. 

Y como regalo en este día, aquí queda el Himno de Andalucía por alegrías de Cai con Chano Lobato y el coro de Julio Pardo, que para eso una, aunque sevillana de adopción, es gaditana de la República Independiente de Puerto Real.






No hay comentarios:

Publicar un comentario