La
piedra entre tus dedos es pan de guerra
pues
tienes el hambre de los escorpiones ciegos
y
la inocencia muerta entre estertores
a
ritmo de metralla.
Leche
de madre con sangre de mártires
amamantó
las ansias de tu boca de cachorro
y
no hubo en tus sueños estrellas ni cometas,
que
el cielo sólo es el final del agujero
abierto
ante el maná maldito de la muerte,
en
satánica teofanía del ídolo sin rostro
que
transformó tu tierra en inmensa ara
donde
aplacar su avidez de sacrificios.
Tenías
que ser la víctima propiciatoria,
silente
oveja llevada al matadero,
carne
tierna ante sus fauces quemada,
una
cuenta más en su rosario de iniquidades.
Pero
la piedra se interpuso en el camino,
la
sangre que te nutrió desde la cuna
se
reveló feroz en tus entrañas,
que
tanta ira estalla en vientre tan pequeño
y
ya sólo cabe vomitar la rabia por los poros.
Tapiaron
tus sendas con alambre,
negaron
el agua a tu sed de vida,
agostaron
con fuego la alegría de tu infancia,
sólo
dejaron piedras en tu tierra reseca,
¿qué
otra cosa ya podían coger tus manos?
Del poemario Sangre de nómada
Dedicado a la Tierra Palestina, a sus hombres y mujeres, y en especial a sus niños, niñas y adolescentes, en espera de que pronto celebremos el día de su liberación.