martes, 23 de abril de 2013

EN TU DÍA



Contigo aprendí a acariciar, a mirar, a imaginar. Eras la ventana  que abría mi mente a otros mundos, la alfombra mágica que me transportaba en blancas alas a universos a veces insospechados. Estás entre mis primeros recuerdos infantiles, junto a los gatos de la azotea y las macetas de geranios del patio, el sonido lejano del tren de las cuatro y media y las papas fritas de mi abuela.

Hoy viene a mi cabeza aquel “cajón de los cuentos” que contenía mis primeros tesoros de niña con los que aprendí a juntar letras y descubrí, entre las  ilustraciones coloreadas de Ferrándiz y sus páginas troqueladas, las historias de Orejta y Bigotes, El pingüino resfriado o Maruca la castañera, al mismo tiempo que mi padre ponía en mis manos un volumen en papel biblia con el que recitar poemas, El lagarto y la lagarta, La caracola y hasta  el Romance de la guardia civil, sin que yo llegara a sospechar que tenía algo entonces subversivo entre mis pequeños dedos.

Sí, tú fuiste el más fiel amigo de la niña rara y soñadora y de la adolescente atípica que disfrutaba leyendo a los clásicos en lengua original, que reía con Plauto o Molière y reflexionaba con Le Petit Prince a  un tiempo que se emocionaba con Virgilio o Juan de la Cruz y quería emular, ¡oh inconsciente!, a Juan Ramón y a Neruda. La misma que soportaba los calores veraniegos zambulléndose en las aguas heladas de Devon con Los Cinco de Enid Blyton para pasarse más tarde a los relatos de misterio de Doña Agatha.

Has sido una constante en mi vida, uno de mis amores más leales, compañero de fatigas en los años de universitaria y cómplice de mis más ocultos anhelos, acompañante en esperas, menos tediosas gracias a tu presencia, e incontestable voz de la sabiduría. Gracias a ti he podido experimentar la dicha de envolverme en lo más sublime pero también de despertar la conciencia, de empaparme de ideas y de embargarme de sentimientos.

Tan grande fue mi amor por ti y a la vez tan inmensa mi osadía que quise recrearte, hacerte, engendrar mis palabras y las de otros en tu carne, en esa que ni los más perfectos artificios del ingenio humano podrán igualar, porque tú tienes alma, en la albura de tu cuerpo palpitan vivas las letras y tu tacto es ya una incitación a adentrarse en tus entrañas.

Por eso hoy que dicen es tu día, aunque una no es mucho de fechas, quiero dejarme llevar por el romanticismo y regalarte la rosa de Sant Jordi y el clavel de los poetas andaluces. Porque has sido amante oculto entre mis sábanas, amado acariciado entre mis dedos, imán para mis ojos; porque acompañas mis insomnios y mis horas; porque nunca me has fallado, porque eres tú, mi amigo el libro.