miércoles, 21 de enero de 2015

A MI DULCE TORMENTO EN SUS DIECISÉIS ENEROS

Hoy me vas a permitir que te escriba en el blog, aunque sé que huyes de todo lo que sea público, que hace tiempo que no me dejas ni que te tome una foto, por más que estoy segura de que tú con tus amigas te las haces, y que desde que la adolescencia te visitara, te has tornado reservada y reservona, tanto que me las he visto y deseado para traer aquí cuatro imágenes tuyas que me gustaran y que no fueran aquellas que se publicaran allá por el 2008 cuando, con sólo nueve años, fueras protagonista en una Feria del Libro.

¡Se te ve tan pequeña en la primera! ¿Recuerdas? Fue en nuestro inolvidable viaje a Roma, aquel en el que tuvimos que hacer parada obligada en Piazza Argentina para visitar el refugio de gatos. Tu hermano quería ir a la Ciudad Eterna a ver arte y museos y se enfadaba conmigo si no éramos exhaustivos en las visitas, pero tú además de por el Coliseo, las historias de romanos y las Catacumbas (te encantaron las Catacumbas) querías ver gatos.

Ya te habías informado de que en Roma se les tiene mucho respeto y de que allí se cuida con esmero a las colonias y deseabas visitar una. Eras una niñita de largas trenzas y ojazos negros enormes que siempre llamaron la atención, pero sobre todo una personita independiente y cabezota que ya apuntaba maneras. ¡Eras tan mía entonces! La niña que me acompañaba a manifestaciones y recitales, la que quería ser poeta, la defensora a ultranza de los felinos que se colaban en el patio, la pequeña campeona de esgrima, la hija alegre en una infancia feliz.

Por eso, de un tiempo a esta parte, no puedo dejar de preguntarme a dónde se fue mi pequeña, dónde vive ahora esa criatura inquieta, qué parajes transita. Sé que el tiempo es implacable, que la infancia pasa, que es una quimera quererte eternamente niña, eternamente feliz, eternamente mía..., pero tantas veces te busco y no te encuentro, tantas siento tu desazón, es tan hondo el abismo que a veces se asoma a tus ojos que en ocasiones desearía haber tenido el don de parar el paso de los días, de detenerte en tus ocho, tus nueve o diez años para devolverte así a mi regazo perdido donde siempre había consuelo, a tu "papitis" de entonces, cuando tu padre era tu héroe y yo la rival que siempre claudicaba. 


Hoy cumples los dieciséis y, aunque tú no lo creas, te has convertido en una preciosa joven, una mujer de afinada sensibilidad que intentas esconder bajo mil capas porque el mundo hiere, porque la inteligencia extrema es cruel y tu clarividencia te duele hasta el tuétano, pequeña Casandra entre incomprensiones, que no vivimos buenos tiempos para las almas nobles y luminosas. 

Hace dieciséis años que mi vida está más plena. En una madrugada fría como la pasada, la vida nos hizo a tu padre, a tu hermano y a mí el mejor regalo. Llegaste queriendo ya descubrir el mundo, con el rostro levantado, mirando siempre el firmamento, buscando las estrellas, queriendo encontrar aquello para lo que tu corazón está hecho y tu mente preparada. ¿Lo encontrarás? Pero mientras, mi pequeña, mi niña, sabes que siempre puedes contar conmigo. Te quiero.

Hoy querría perderme entre tus brumas,
pasear por el paisaje borrascoso que pintan tus ojos
y devolver el sol a tu ensombrecido cielo,
un sol color naranja, con rayos definidos
y sonrisa cándida de niño ilusionado.
¿Quién dijo que no hay aguaceros en la primavera?
Si pudiera, sí, si pudiera,
volvería a enclaustrarte en mi seno,
paraíso feliz, para envolverte
en las aguas serenas del olvido
lejos de la fiera que habita el laberinto
negro de noches en silente espera.
Curar la herida de precoz clarividencia,
acunando tu consciencia en mi regazo,
a la inocencia devolverte blanca,
a ese mundo que ansías y no encuentras,
donde inerme y desnuda el alma
la luz de tu corazón brille sin velos.

"El color de mi cristal". Composición fotográfica de S. el Moussaoui

2 comentarios:

  1. Muchas felicidades.
    Lo mejor de los hijos (aunque nos duela) es que saben ser personas propias desde que empiezan a entender.
    Besos para ella y para ti.

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