A mi gata Mirra
que la
media luna es alfanje afilado
y que el día trae nuevas desventuras;
porque
tus carnes son sabias en dolores
y tu
cuerpo conoció la angustia
de
la vida que se escapa en la garganta;
porque
no te es ajena la humana necedad
que
destroza la ternura de lo bello
y pisotea sin tregua la pequeñez indefensa,
¡qué
es dura, compañera, la jornada!
Silente
amiga en la hora de las musas
que ya
no susurran versos de enamorados,
sino
clamores de barricada y fuego.
Porque
sentiste la zozobra
y también el lenitivo de un abrazo,
la helada
crueldad del abandono
y la
calidez amable del cariño,
sabes
brindarme el descanso del arrullo
del
sonido de la paz y del sosiego,
la
calma aterciopelada en tus caricias
y el
misterio del brillo ambarino en tus iris.
Porque
tú, noble criatura libre,
entiendes
mi duelo por las libertades.
Cuánta sensibilidad y belleza guardan esos versos!
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