lunes, 19 de marzo de 2012

DE "LA PEPA", EL PADRE Y OTRAS CELEBRACIONES


Empieza la semana, otro lunes más para levantarse con resaca, no ya del sábado o del domingo, sino esa que ahora todos arrastramos por culpa de la innombrable (porque me niego a volver a decir su nombre que bastante lo vemos ya escrito en la prensa), y para sacar fuerzas por la mañana y capear mal que bien los temporales. Pero este lunes no es como los demás, no es un lunes corriente en escala de grises como la mayoría que salpican el calendario, es lo que yo llamaría un "lunes en tecnicolor", y no ya por la luz primaveral que junto con el aroma a azahares se empeña en recordarnos que estamos saliendo del invierno, sino porque en una fecha como la de hoy, laborable aquí en Sevilla, han venido a unirse diversas fiestas y conmemoraciones que hacen que el 19 de marzo no pase desapercibido.

Como cada año, antes de nada es obligado felicitar a todos los Josés, Josefas, Pepes, Pepitas, Josefinas y María Josés que tengan a bien leer esta entrada, y que en España son legión. Rara es la familia en la que no hay hoy alguien que celebre su onomástica. Así que, por la parte que me toca, queden aquí felicitados mi hermano y mi cuñado,  mis primos con este nombre, ya sean Jose o Josep, y también mis amistades. Y todo aquel o aquella que me lea y lo lleve, que con esto de internet nunca se sabe en la pantalla de quién pueden caer los escritos.

En la entrada del Día de Andalucía decía que no me gustan las fiestas institucionales, ni tampoco las de obligada celebración por la dictadura del almanaque, y parece que desde que lo dije se ha hecho efectivo el refrán de mi tierra: si no quieres caldo, toma dos tazas, porque no ha pasado ni un mes desde el puente festivo de febrero, cuando aquí me tenéis para hablar de otras dos conmemoraciones, una de las cuales es institucional hasta dejarla de sobra, y la otra de esas que mucha gente dice inventada por los grandes almacenes para vender. Me refiero, claro está, al Bicentenario de nuestra primera Constitución, y a la fiesta del Padre.

Por los azares del destino estas dos celebraciones, en apariencia tan dispares, han venido a unirse en una misma fecha, que fue un 19 de marzo cuando en mi Tacita de Plata se proclamara la primera Carta Magna de nuestra historia y tercera del mundo después de la francesa y la de Estados Unidos, que como vino a ver la luz en el lugar con más ingenio del planeta enseguida tuvo nombre propio de mujer, de gaditana revolucionaria y de armas tomar: "La Pepa", y también ese día, por ser en el que la Iglesia recuerda al padre putativo de Jesús, fue el elegido en 1948 por una maestra, Manuela Vicente Ferrero, "Nely", para por primera ver agasajar a los progenitores, idea que no dudaron en asumir y extender las dos cadenas de almacenes más poderosas e influyentes de la época.

Así que aquí estamos hoy, en 2012, pleno siglo XXI ya, con los medios de comunicación bombardeándonos, con más contundencia que lo hicieran los franceses frente a la Isla de León y las murallitas de Cai, con una y otra festividad, y, resignada ante lo inevitable de tan pertinaz martilleo, no me queda otra que al menos sacar algún partido a tales eventos en forma de reflexión. Volviendo la vista atrás, nos encontramos que hace dos centurias los padres de la patria (y nunca mejor dicho porque lo que era "madre" no había ninguna) que se habían reunido en Cádiz por ser el único lugar al que las tropas napoleónicas no habían tenido acceso, se felicitaban por haberse otorgado unas leyes emanadas de los representantes del pueblo, una carta de derechos y obligaciones que por primera vez en la historia no provenía de los designios de ningún rey o poder absolutista. Y, vueltos los ojos a ella, hay que reconocer sus valores liberales, sin duda, pero también ver sus sombras, debidas tal vez a que fue fruto de una época y a que nada hay perfecto en este mundo.

Y es que ante tanta loa nadie recuerda que en un texto que pasó a la historia con un apodo tan femenino sin embargo no se reconocía la ciudadanía a las mujeres, quienes aparecían equiparadas a los menores de edad y a los esclavos. ¿Proprium de tempore? Sin lugar a dudas. A principios del siglo XIX no podía esperarse más. El papel de la mujer no estaba en la esfera pública, su principal función estaba en el hogar, siendo madres y esposas, y aun las que salían a trabajar en el campo o en las fábricas, lo hacían llevando a la prole consigo. Los niños y las personas dependientes no eran responsabilidad de varones. De eso se encargaban ellas porque eran trabajos subordinados. 

¿Cómo eran, por tanto, los padres en los tiempos de la Pepa? No nos podemos imaginar a esos revolucionarios, a los liberales que la redactaron compartiendo con sus mujeres la crianza de sus hijos. Los padres del siglo XIX y también aquellos que en el 48 celebraron por primera vez su día, tenían muy poco que ver con el modelo de paternidad responsable que hoy es el ideal de la mayoría de las mujeres y quiero pensar que de no pocos varones. El papel era otro, porque otra también era la visión del lugar de las mujeres en la sociedad. La división del trabajo y el espacio por sexos estaba muy bien establecida, y el padre empezaba su trato más directo con los hijos cuando ya estaban bastante creciditos. 

Por eso hoy, que dicen se celebra el Día del Padre, quiero aquí partir una lanza por ese otro modelo, el de una paternidad implicada desde el principio hasta en los más nimios detalles, la de los padres que comparten con las madres una crianza respetuosa basada en el cariño, los que no quieren perderse ni un sólo día de la infancia de sus hijos y, menos parir y amamantar, están dispuestos a hacerlo todo. Nada más tierno que un padre que duerme a su bebé en su regazo, que se hace niño chapoteando en el baño con un pato de goma o que aparece por la oficina con la marca de una mala noche en las ojeras. 

Afortunadamente las mujeres ya no somos las eternas menores de edad, seres humanos de segunda a las que ni una constitución con alias de mujer consiguió otorgar sus legítimos derechos. Somos ciudadanas, profesionales, tenemos un puesto en la sociedad, pero algunas también queremos seguir siendo madres, unas madres que no han tenido que hipotecar otras facetas de su vida para ello, porque tienen a su lado a un varón que ha descubierto las maravillas de la paternidad y ejerce su derecho a ser también figura de apego y cariño para sus hijos.


1 comentario:

  1. Inma,

    Un muy buen artículo sobre este día tan marcado en nuestro calendario, que como bien señalas, ha unido dos conmemoraciones importantísimas en la sociedad actual:

    El bicentenario de nuestra Constitución y el Día del Padre (con el santoral de los Josés y las Josefas).

    Por suerte para nosotras, madres y trabajadores, tenemos algo de lo que nuestras antepasadas carecían, esa responsabilidad paterna a la que te refieres; memorable.

    Fruto del rol que las mujeres hemos ido adquiriendo a lo largo de la historia.

    Brindo por ello y que… ¡Viva la Pepa!.

    Besos, Ann@ Genovés

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