Contigo aprendí a acariciar, a mirar, a imaginar.
Eras la ventana que abría mi mente a
otros mundos, la alfombra mágica que me transportaba en blancas alas a
universos a veces insospechados. Estás entre mis primeros recuerdos infantiles,
junto a los gatos de la azotea y las macetas de geranios del patio, el sonido
lejano del tren de las cuatro y media y las papas fritas de mi abuela.
Hoy viene a mi cabeza aquel “cajón de los cuentos”
que contenía mis primeros tesoros de niña con los que aprendí a juntar letras y
descubrí, entre las ilustraciones
coloreadas de Ferrándiz y sus páginas troqueladas, las historias de Orejta y Bigotes, El pingüino resfriado o Maruca
la castañera, al mismo tiempo que mi padre ponía en mis manos un volumen en
papel biblia con el que recitar poemas, El
lagarto y la lagarta, La caracola
y hasta el Romance de la guardia civil, sin que yo llegara a sospechar que
tenía algo entonces subversivo entre mis pequeños dedos.
Sí, tú fuiste el más fiel amigo de la niña rara y
soñadora y de la adolescente atípica que disfrutaba leyendo a los clásicos en
lengua original, que reía con Plauto o Molière y reflexionaba con Le Petit Prince a un tiempo que se emocionaba con Virgilio o Juan
de la Cruz y quería emular, ¡oh inconsciente!, a Juan Ramón y a Neruda. La
misma que soportaba los calores veraniegos zambulléndose en las aguas heladas
de Devon con Los Cinco de Enid Blyton para pasarse más tarde a los relatos de
misterio de Doña Agatha.
Has sido una constante en mi vida, uno de mis amores
más leales, compañero de fatigas en los años de universitaria y cómplice de mis
más ocultos anhelos, acompañante en esperas, menos tediosas gracias a tu
presencia, e incontestable voz de la sabiduría. Gracias a ti he podido
experimentar la dicha de envolverme en lo más sublime pero también de despertar
la conciencia, de empaparme de ideas y de embargarme de sentimientos.
Tan grande fue mi amor por ti y a la vez tan inmensa
mi osadía que quise recrearte, hacerte, engendrar mis palabras y las de otros
en tu carne, en esa que ni los más perfectos artificios del ingenio humano
podrán igualar, porque tú tienes alma, en la albura de tu cuerpo palpitan vivas
las letras y tu tacto es ya una incitación a adentrarse en tus entrañas.
Por eso hoy que dicen es tu día, aunque una no es
mucho de fechas, quiero dejarme llevar por el romanticismo y regalarte la rosa
de Sant Jordi y el clavel de los poetas andaluces. Porque has sido amante
oculto entre mis sábanas, amado acariciado entre mis dedos, imán para mis ojos;
porque acompañas mis insomnios y mis horas; porque nunca me has fallado, porque
eres tú, mi amigo el libro.
Que precioso e inspirado Inma ! un abrazo para ti y los tuyos !!! Cristian Martinez
ResponderEliminarYo también lo considero un amigo fiel desde la infancia, siempre hay alguno esperando a que tenga tiempo para disfrutarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.