Siempre es buen momento para dedicarle una entrada a esos autores que podemos considerar clásicos, pues tienen el don de atravesar el tiempo y seguir emocionándonos con sus palabras y sus historias. Por eso no hacía falta ningún centenario, para recordar al autor de novelas como Oliver Twits o Grandes Esperanzas, pero está visto que los seres humanos a veces necesitamos del toque de calendario para homenajes y reconocimientos, ¿qué le vamos a hacer?
Por eso ahora quiero compartir aquí con quienes me leéis, un artículo aparecido en "Argenpress Cultural" en el que analizo la vigencia de los textos de Charles Dickens para los más jóvenes lectores, y de paso animaros a que le echéis un vistazo a esta página cultural argentina que no tiene desperdicio.
LOS TEXTOS
DE CHARLES DICKENS Y LOS JÓVENES LECTORES
En este frío mes de febrero, en el que
todavía las tardes son cortas y las temperaturas no animan mucho a salir, a
tenor de todos los artículos que en los diversos medios, especializados o
generalistas, han aparecido con motivo del bicentenario del nacimiento del gran
novelista inglés Charles Dickens, he vuelto a revivir con nitidez una escena
que andaba perdida en los recovecos de mi memoria. Sucedió una tarde muy
parecida a estas en pleno invierno, a la vuelta del colegio. Estaba sentada en
la sala de casa de mi abuela con un libro entre las manos y el corazón
encogido. Las desventuras de su protagonista, un pequeño huérfano, habían
llegado a tocar mi fibra sensible y, al mismo tiempo, no podían dejar de
despertar mi rabia. Sin embargo, lejos de querer cerrar aquel viejo volumen y
devolverlo a su estantería, mis ojos no se despegaban de sus renglones mientras
devoraba con avidez páginas y capítulos. Oliver
Twits había logrado lo que sólo una obra maestra puede conseguir: conmover
a la vez que interesar a la jovencísima lectora que yo era, descubriéndome al
mismo tiempo una dura realidad a la que una niña criada por una amorosa familia
era completamente ajena: la sordidez de la explotación infantil.
Con ese es el fascinante poder que
poseen los clásicos, que son un polo de atracción que no desgasta con el tiempo
su capacidad para seducir a lectores de cualquier edad, los cuentos y novelas
de Charles Dickens, escritos en origen
para captar la atención de un público adulto que esperaba con impaciencia las
sucesivas entregas, reúnen también todos los requisitos necesarios para que
niños y jóvenes se conviertan en sus receptores, por más que no fueran sus
originales destinatarios.
Tenía Charles Dickens una especial
habilidad para plasmar y transmitir los sentimientos infantiles así como la
sensación de rechazo y desamparo. Los niños viven en un mundo de adultos que
los engulle y ante el que no pueden reaccionar, ya que les es incomprensible,
sintiéndose ellos mismos incomprendidos. Esto hace que sus novelas y relatos
calen de manera especial en los más jóvenes, quienes, salvando las distancias, pueden, en un ejercicio de refracción,
identificar su propia perplejidad en la de los personajes, y despertar una
espontánea empatía con su desfavorecida situación. Para niños y jóvenes que
afortunadamente no padecen las condiciones de vida de un Oliver, o de David o
Pip, estas novelas suponen un acercamiento a una realidad, la de la explotación
infantil, que por desgracia todavía está presente en muchos rincones del
planeta, pero al mismo tiempo, ese acercamiento tiene lugar por medio de unas
historias magistralmente narradas que les enredarán y atraparán su atención
hasta la resolución final de la trama.
Por otra parte, en los relatos de
nuestro autor los protagonistas, muchos de ellos seres desvalidos y víctimas
inocentes de una situación de injusticia estructural, tras pasar por dolorosos
avatares que incluyen el abandono y la explotación, la utilización y la
miseria, salen adelante con su esfuerzo y consiguen regularizar su vida al lado
de buenas personas, alejados de aquellos que representaban la maldad y la
opresión, quienes generalmente también obtienen su merecido. Como ningún hilo
narrativo suele quedar en suspenso, el seguimiento de estas tramas supone para
el lector un ejercicio de catarsis muy apropiado para niños y jóvenes que ven
en el texto reflejadas y colmadas sus aspiraciones de justicia, como en Grandes esperanzas, David Copperfield o
el antes mencionado Oliver Twist. La
rabia y la tristeza que embargan en los primeros momentos a los lectores se ven
compensadas con finales felices en los que la fortuna se encarga de resarcir
con creces a los personajes.
Mas no sólo encontramos en la fecunda
producción del novelista inglés obras que reflejan la crudeza de la naciente
sociedad industrial, sino que también hay otras con las que chicos y chicas
pueden pasar divertidos ratos, como Los
papeles póstumos del Club Pickwick en la que, con una técnica muy
similar a la de los actuales cómics (situaciones disparatadas, comicidad,
retrato caricaturesco de los personajes y recreación en los pequeños detalles),
narra el autor extravagantes aventuras contadas con una vivacidad y un
dinamismo que no dan lugar al aburrimiento; o el conocidísimo cuento, versionado
en infinidad películas y animaciones, Canción de Navidad, en el que por medio
del artificio retórico del espectro y los saltos temporales el avaro Scrooge se
transforma en un ser generoso y amable.
Estas obras pueden constituir una muy recomendable sugerencia para niños
y adolescentes.
Nunca está de más que las jóvenes generaciones se acerquen a autores que ya podemos
considerar clásicos, claro está que este acercamiento debe llevarse a cabo de
una forma que sea grata y amena a este tipo de público, buscando aquellos
textos que mejor puedan conectar con su sensibilidad. Y no cabe duda que con
los de Charles Dickens pueden establecer ese diálogo interactivo que hace que
el lector se sienta partícipe de la obra, pero en algunos casos, sobre todo en
edades más tempranas, será necesario realizar una labor de adaptación del texto
para acercarlo a su nivel de comprensión. Sin embargo, estoy convencida de que
los adolescentes pueden disfrutar el placer de la versión original, y que
incluso sería divertido hacérsela llegar del mismo modo en que los
contemporáneos del autor tenían acceso a sus novelas: por entregas, dejándoles
con la miel en los labios, enganchados a la espera de un nuevo capítulo. Todo
esto, complementado con el manejo de versiones adaptadas a otros formatos como
películas, cómics o incluso videojuegos, hará que niños y jóvenes descubran los
valores, literarios y humanos, que encierra la producción de un autor que goza de
plena vigencia en nuestros días.
A buen seguro que Dickens, que ya
realizó en su tiempo una gira por los Estados Unidos haciendo lo que hoy
llamamos “animación a la lectura”, estaría feliz de ver cómo sus personajes
cobran vida en la imaginación de los jóvenes del siglo XXI.
Tal como está el mundo adolescente casi que sería bueno que fuese por entregas, pero en comics. Cada vez encuentro más quejas de que los adolescentes hijos de amistades leen practicamente nada. A ver... Inmaculada Sáchez
ResponderEliminarUn recordatorio de que la literatura juvenil puede tener por derecho propio el nombre de Literatura con mayúsculas.
ResponderEliminarUna demostración también de que los bloggueros no han inventado nada nuevo con las entregas por capítulos, y que éstas pueden ser un sinónimo de calidad literaria.
Los jóvenes de épocas pasadas, igual que los actuales, son capaces de emocionarse y ser fieles a una historia cuando está bien escrita. Ojalá Dickens compartiera cuál es el secreto para conectar de esta forma con el público.
Leda.
Eso quisiéramos todas las personas que nos dedicamos a la literatura, Leda, que los grandes compartieran su secreto con nosotros. Y tienes razón, las entregas no están reñidas con la calidad, lo mismo que no existen géneros mayores o menores, sino obras buenas, regulares y malas en todos ellos.
ResponderEliminarAlgún día escribiré algo sobre otra gran novela por entregas, altamente recomendable para todas las edades: "Los Miserables".
Inma,
ResponderEliminarOpino como tú… Los cásicos no necesitan ni calendarios ni relojes: son atemporales.
Pero, como el cerebro humano se empeña en utilizar tan sólo el cien por ciento de su capacidad… Se vuelve olvidadizo. Por eso nos viene bien que, personas como tú nos los recuerde. Gracias, bss
Ann@ Genovés