Revolotean entre mi pelo los espectros,
los fantasmas del ayer, ánimas benditas
del purgatorio de mis recuerdos.
Se suben en mis hombros,
se arrebujan en mi
regazo
y dormitan al calor de mi cuerpo.
Llegan sigilosos con paso felino
y ocupan su lugar a la diestra de mi sombra
para escanciar la copa de la nostalgia,
que degusto en morosa complacencia
tras silencioso brindis por las historias
y las ausencias lloradas que viven en mis sueños.
Polvo y ceniza, se marchan los difuntos
en la santa compaña del olvido.
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