Escribo esta entrada a la desesperada, sin pararme a pensar mucho en cuestiones como estilo o estética, que esta vez no habrá poesía, pues no es momento sino para lo fundamental.
Y esto hoy no es otra cosa que la noticia de que el velero Estelle, el barco que este año puso rumbo a Gaza desde las frías aguas de Suecia, ha sido amenazado por el gobierno de Israel. Sí, esa magnifica embarcación con estampa de otros tiempos, esa metáfora de libertad que surca los mares velas al viento y que ha ido dejando en todas sus escalas regusto de solidaridad y anhelos de paz puede ser en cualquier momento cercada y atacada con la contundencia a que nos tiene acostumbrados el gobierno sionista, como si en lugar de transportar en su interior a personas desarmadas, que sólo desean romper un bloqueo contrario a toda justicia, y un poco de ayuda humanitaria, portara soldados de élite, bombas y misiles. Oponer tal despliegue militar ante un velero de noventa años que en su larga vida sólo ha realizado acciones pacíficas en pro del comercio justo y los derechos humanos es algo tan desproporcionado y abominable como acosar y arrastrar a un anciano o amedrentar a un niño, pero ya sabemos cómo se las gasta el poder con quienes tienen la osadía de plantar cara al desatino y desenmascarar sus políticas de muerte y aniquilación.
En el Estelle viaja una tripulación de voluntarios y como pasajeros ciudadanos y ciudadanas de diversos países europeos, entre ellos cuatro españoles, y algunos israelíes, pero no están solos. Con ellos vamos millones de personas de todo el mundo, las que los hemos recibido en los diferentes puertos y otras muchas que en todo el planeta se oponen a ese bestial bloqueo al que más de un millón de personas, hombres y mujeres, niños y ancianos, son sometidos en la Franja de Gaza. Nuestras energías tienen que unirse ahora para, junto con los vientos y las olas, impulsar al viejo Estelle y hacer que el empuje de la solidaridad sea más poderoso que la fuerza bruta de las armas.
Llegaremos, esta vez quiero pensar que llegaremos, que las amenazas se quedarán en eso, en bravuconadas del poder opresor. Quiero creer que el hermoso velero al que hemos recibido con música y poesía, con manifestaciones artísticas y gritos de solidaridad, va a arribar al puerto de Gaza, porque como dicen en mi tierra "a la tercera va la vencida", y que una vez allí va a convertirse en un atisbo de esperanza para el pueblo palestino.
Estamos pendientes de sus noticias, que esperamos que no sean otras que el grito de "¡Tierra!" de sus tripulantes, que en esta ocasión irá cargado de connotaciones de justicia y libertad.
Compañeros, compañeras, ¡estamos con vosotros!